En la calle, la mejor pelea es la que no se produce

Defensa personal en la calle: una perspectiva realista – I

EN LA CALLE, LA MEJOR PELEA ES LA QUE NO SE PRODUCE

Todos hemos visto en muchas películas cómo el protagonista es capaz de enfrentarse a una multitud de “malos” que le atacan uno a uno desde distintos ángulos, dejarlos a todos en el suelo, heridos o lesionados, e irse del lugar tranquilamente, sin ningún tipo de consecuencia jurídica y, por supuesto, sin sufrir ni un rasguño.

Desgraciadamente, la realidad es bien distinta. Veamos algunas diferencias:

  • En las películas, podemos ver como «el bueno» tiene las peleas que sean necesarias sin que eso le suponga apenas estrés. En la realidad, tener un enfrentamiento contra un adversario, por la carga de estrés que se genera, requiere una capacidad mental considerable y bien entrenada.
  • «El bueno» es capaz de esquivar multitud de ataques y encajar los golpes que haga falta sin salir aturdido ni lesionarse, y seguir peleando como si nada. En la realidad los golpes duelen (obvio) y limitan nuestra capacidad de combate. Es importante estar mentalizado de que, muy probablemente, algunos golpes nos alcanzarán y nos harán daño, y aun así será necesario que sigamos peleando para no sufrir lesiones más graves.
  • El protagonista cinematográfico no falla ningún golpe, y es capaz de tumbar a un adversario de uno o dos golpes sin que vuelva a levantarse. La realidad, por desgracia, también es distinta aquí. Nuestros adversarios no tienen por qué atacar a lo loco, medirán bien las distancias, se moverán para dificultarnos el contraataque y, algo muy importante, intentarán que no les alcancemos. Todo ello hace posible que nuestros ataques no sean todo lo efectivos que nos gustaría, y aunque demos un buen golpe nuestro adversario puede seguir plantando batalla.
  • «El bueno» no se cansa, por mucho que pelee. Puede que ni llegue a sudar… La realidad es que una pelea es muy estresante, por el miedo a ser alcanzado, por las lesiones que nos pueden producir, por la incertidumbre del resultado y por el propio ambiente en que se produce la pelea (gritos, corrillos, etc.). Es una situación en la que el cuerpo consume energía a máxima velocidad (el ATP se agota en segundos) y el cansancio aparece muy rápido, lo que también nos limita a la hora de combatir. Cualquiera que haya practicado combates de sparring con asaltos de 3 minutos confirmará lo largos que se hacen…
  • El protagonista de ficción nunca tiene mala suerte. En la realidad, es posible que nosotros sí la tengamos. Puede que nos resbalemos al atacar, puede que demos un traspié o nos tropecemos al esquivar; puede que nos caigamos encima de trozos de cristal. Pueden ocurrir muchas cosas que nos perjudiquen o puede que no ocurra ninguna. Pero es una posibilidad.
  • En el cine, cuando hay muchos «malos», estos atacan por turnos, de uno en uno. En la realidad todos hemos visto (por desgracia) vídeos de linchamientos o reyertas multitudinarias en los que los oponentes atacan todos a la vez, desde todos los ángulos. Es una situación muy complicada, que nos obliga a hacernos a la idea de que seguramente recibiremos golpes, pero en la hay que mantener —en este caso más que en ningún otro— espíritu de lucha y generar estrategias que nos permitan tener posibilidades.
  • Si hay armas de por medio, al «bueno» no le suele suponer gran problema. En la realidad, si además de todo lo anterior existe presencia de armas, las probabilidades de un desenlace fatal son muy altas.

Si todo lo expuesto ya nos permite alejarnos de ese escenario ideal de combate que se da en las películas, no hay que olvidar que, en la vida real, las acciones tienen consecuencias. Es más que probable que si tenemos una pelea en cualquier sitio, la policía llegue al lugar y tome datos de los implicados y de los testigos, e incluso realice detenciones. En una situación en que una agresión no ha sido provocada por nosotros y no hemos podido evitarla, es importante mostrarse colaborador y explicar las cosas tal y como han pasado; no hay que olvidar que aunque hayamos “ganado”, si nos han agredido, la víctima somos nosotros. Además, muy posiblemente se celebre un juicio posterior en el que determinarán las responsabilidades penales (multa o prisión) y civiles (indemnizaciones por las lesiones sufridas) de cada una de las partes.

Por todo lo anterior, en la calle, la mejor pelea es la que no se produce, y siempre que exista posibilidad de evitarla, esa es la mejor opción. Pero ¿qué pasa cuando hacemos lo posible por evitarla y aun así nos agreden?

En artículos siguientes abordaremos la problemática legal que puede surgir si nos vemos involucrados en una pelea, qué hacer a la llegada de las fuerzas del orden, qué es la legítima defensa y cuándo se aplica, todo ello SIEMPRE desde la perspectiva de la víctima de una agresión, y nunca desde el punto de vista de un agresor.

Es importante dejar claro que los artículos de esta serie no son —ni pretenden ser— un manual de consulta, ni un texto jurídico, ni un catálogo de posibles situaciones o estrategias. Solo son respuestas a algunas dudas que se pueden plantear a cualquier alumno de artes marciales, o a cualquier individuo que se vea involucrado en una agresión contra su persona o contra personas allegadas.

 

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